PASTORAL DEPENDENCIA

Mi pastor no se preocupa por mí, es una queja que oído en más de una vez. Una vez me dijeron: "El pastor anterior visitaba a todos los miembros, especialmente a los que no asistían el domingo." Yo era el nuevo pastor en aquella iglesia. Me pusieron la barra alta. Traté de hacerlo. Enseguida advertí que los que visitaba en la semana llegaban el domingo a la iglesia. Los que no visitaba, no. La siguiente semana iba donde los que faltaron. Entonces se convirtió en un círculo vicioso que no me dejaba tiempo para casi nada más. Yo era un joven pastor haciendo sus primeras armas, tratando de agradar a todos y llegando muy tarde por las noches a mi casa. Un día cambié el paradigma. Formé un ministerio de visitación que bajo mi dirección, irían a los hogares según las necesidades. Yo me reservaría la responsabilidad de estar presente en casos de crisis, accidentes o muerte. Al principio, el cambio no fue del agrado de muchos. No obstante, con el tiempo y en vista de los resultados, la congregación se adaptó. Rompimos un ciclo de dependencia y comenzamos un proceso de madurez. Es ser un buen pastor estar presente en cada problema familiar, cada vez que alguien se enferma, en cada cumpleaños o en cada celebración familiar? Hasta qué punto un pastor debe involucrarse en la vida de los miembros de su iglesia? Es un buen cuidado pastoral estar pendiente de los asuntos personales de los fieles? Muchas personas dirán que sí y muchos pastores afirmarán que esas son sus obligaciones. Muchas personas no se imaginan el ministerio pastoral de otra manera. Muchos pastores no están dispuestos a ser cuestionados por falta de atención o cuidado hacia los miembros. A decir verdad, la mayoría de los pastores tienen, tenemos, una fuerte tendencia a complacer a las personas. Somos una mezcla de bomberos, médicos y plomeros y muchas personas piensan que allí estamos, esperando que alguien nos llame con una emergencia. Aunque a veces los pastores se quejan de que la gente no respeta su vida privada y su tiempo, en el fondo nos gusta ser necesitados. Así se crea una co-dependecia que es dañina para las dos partes. Jesús no ministraba así. Él no fomentaba una pastoral de co-dependecia. Él se dedicaba a la gente, les enseñaba, sanaba sus enfermedades, estaba con ellos, pero llegaba un momento en que él "despedía a la multitud" y se apartaba para estar solo y orar. Una vez vinieron para hacerlo rey y él se escapó. La gente lo hostigaba, pero él ponía límites. Ellos querían que se quedara en cada lugar que él ministraba, pero él les decía: "hay otras ciudades a las que también tengo que ir". Él tenía el control de su agenda. Él no fue inmediatamente cuando vinieron a buscarlo porque Lázaro estaba enfermo. Tampoco fue un insensible. Él fue a la casa de Pedro cuando su suegra enfermó; fue a la casa de Zaqueo y fue cuando Mateo la invitó a comer. Él visitaba con frecuencia a sus amigos de Betania. Los fariseos y líderes religiosos trataba de dictarle lo que se suponía que él tenía que hacer. Pero él estaba comprometido con las necesidades del reino, no con las necesidades del sistema. Jesús nunca estuvo preocupado por agradar a la gente. Su misión no era lograr la aceptación, sino la redención de las personas. Él no le dijo a la prostituta ven cada martes que te voy a dar consejería de rehabilitación. No, le dijo "vete y no peques más". En otras palabras, le dijo yo te perdono ahora vete y hazte cargo de tu vida. Él no habló cada noche con Nicodemo, habló una noche. Habló una vez con la samaritana. Cuántas horas gastamos los pastores hablando con personas que nunca cambian! Aunque él estaba a tiempo completo con los discípulos, tampoco lo vemos discutiendo con ellos sus asuntos personales o familiares. Él no les decía lo que tenían que hacer. Él les enseñaba los principios del reino y ellos los ponían en práctica. Pero nadie podía cuestionar su amor por las personas, una cruz iba a confirmar cuánto le preocupaba la gente y cuánto amaba a los seres humanos. La iglesia no puede tornarse una comunidad demandante y dependiente del pastor. Muchas iglesias no crecen porque sus pastores están desbordados haciendo cosas que tendrían que estar haciendo los obreros y líderes. A veces los pastores somos culpables porque nos gusta ser el hombre orquesta. Pero así esa iglesia nunca va a crecer. La clave no es hacer que la gente dependa de ti, sino de Cristo. En mi iglesia yo cuido mi gente pero lo hago más como un maestro que como un dueño. Ellos tampoco son mis clientes. Las almas son de Cristo. Yo siempre les digo que la iglesia es una escuela de entrenamiento. No es un spa. Yo no me paro en el púlpito a darles un "masaje" a su ego. Yo me paro a predicar la palabra de Dios. Yo les digo lo que Dios quiere que les diga. Y muchas veces Dios me dice que les diga "maduren". Un pastor no es el gerente de un restaurante que debe preparar un rico menú para que los clientes lleguen a su negocio. Un pastor es un padre espiritual. Los buenos padres aman a sus hijos con todo su ser, pero le enseñan a lavarse los dientes, a atarse los zapatos, los obligan a estudiar y los mandan a trabajar. Jesús fue un buen padre espiritual. Estuvo tres años con sus discípulos, los amó, los entrenó y finalmente los envió: "id por todo el mundo y prediquen el evangelio a toda criatura". Querido pastor, rompe el círculo de dependencia. Permite que mientras tú te liberas para poder liderar tu iglesia hacia cosas mayores, tus miembros crezcan y maduren para cumplir la gran comisión. La oveja perdida la tenemos que ir a buscar todos.

Comentarios

  1. Otro acierto más mi querido Andrés, este material viene como anillo al dedo a la cátedra que estoy impartiendo por estos días en Guayaquil, CUIDADO PASTORAL. Gracias por aportar valor a los escritos, gracias por aportar valor a mi vida.

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