LAS PALABRAS.

Las palabras tienen demasiado peso. Sin embargo muchas personas no miden el alcance de ellas. Hablan como les sale como si eso tuviera un mérito. Pero no lo tiene. Hablar no es gratis. No es inocente. Cada palabra tiene un valor trascendente para bien o para mal. Con las palabras se puede sanar o se puede matar. Se puede edificar o se puede destruir. Se puede liberar o se puede condenar. Las palabras deberían reflejar los verdaderos sentimientos del corazón. Pero las usamos para tirar indirectas, mensajes confusos e incluso para manipular a otros. De la abundancia del corazón habla la boca. Las palabras son en esencia buenas, pero las usamos mal. El fácil soltarlas pero muy difícil recogerlas. Las usamos para liberar nuestras frustraciones pero al hacerlo muchas veces destruimos relaciones, dañamos la confianza, generamos controversia, alejamos a los amigos. En las muchas palabras no falta el pecado. La Biblia hace mucho énfasis en hacernos responsables de lo que decimos, del poder de la lengua, del valor de callar, de saber cuándo hablar y medir qué decir. Una fuente no puede a la misma vez dar agua dulce y salada. No en balde Dios creó el universo con el poder de su palabra. Una palabra suya transforma la vida nuestra

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